En esa hora maldita

En esa hora maldita

martes, 21 de junio de 2016

Vientos y árboles

Es cierto que hasta hoy los vientos nunca me doblaron, pero me duelen todas y cada una de las ramas que me arrancaron al atravesarme. A veces  me habría gustado cerrar los ojos y esperar dócilmente a que la tempestad amainara para levantarme sin más, porque aquel que sabe doblarse ante el viento, se yergue luego con heridas superficiales que curan al instante, pero aquel alma que se enfrenta a un vendaval huracanado y lucha por seguir en pié se parte sin remedio. Era inevitable que el destino nos colocara a uno frente al otro: tú, viento imparable. Yo, árbol inamovible. Tarde aprendí que en el mismo universo no pueden coexistir estos dos conceptos. Ahora cada mañana el eco de tu viento suena a sonrisa victoriosa y cada noche los pedazos de mi árbol mueren un poco más recordándome que por no doblarme a tiempo bajo el vendaval de tus suspiros, me rompí. Soy consciente de que estoy roto para siempre y aun así cuando el viento viene a atravesar mis ramas caídas aún trae con él la lejana y dulce música de tu sonrisa. Dirá quien me quiera que caro precio he pagado  por verte sonreir, pero yo siempre sabré que ha valido la pena. Maldito sea mi árbol, eternamente roto por el viento de tu sonrisa.





 
  



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