En esa hora maldita

En esa hora maldita

viernes, 22 de julio de 2016

Amanecer

El ron se despide de mis venas con las primeras luces del día. La cicatriz de lo que otrora fue una sonrisa cruza mi cara mientras mil y una escenas del pasado se lanzan a la batalla de conquistar esa parte de mi cabeza donde debería habitar la cordura y se van clavando en mí como alfileres que me hacen sangrar por mil sitios a la vez. Sé que el pinchazo de un alfiler no detendrá mi paso, pero no hay día que no me pregunte cual es el número máximo de pinchazos que puede soportar un alma antes de caer desangrada y rota del todo, me digo a mí mismo que debo estar aún muy lejos de tal cantidad mientras cojo aire, aprieto los dientes y miro hacia afuera. Afuera es ese espacio de mi mente donde espera un día más con algún alfiler nuevo aguardando su turno para herirme. Vuelvo a coger aire, maldigo el bálsamo del olvido que todo el mundo disfruta y a mí me fue negado, maldigo el tener presente cada alfiler como si me lo hubieran clavado ayer, maldigo el sentir cada pinchazo con la misma intensidad un día detrás de otro. Maldigo las heridas que sangran eternamente y nunca cicatrizan haciendo que a cada paso que doy me cueste más avanzar. Te maldigo a ti, por estar tan cerca como para clavarme otro alfiler y porque sé que será cuestión de tiempo que eso pase. Aún así hoy volveré, como cada mañana, a pelear un día más igual que hice ayer e igual que haré mañana que aunque uno tiene amplia experiencia como perdedor profesional, jamás aprobé la asignatura donde enseñaban a rendirse, así que abro la puerta y miro desafiante al amanecer preñado de tímidos rayos de sol y de nuevos alfileres. Otra batalla llama a mi puerta. Ya voy.


Buenos días.

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