En esa hora maldita

En esa hora maldita

sábado, 30 de julio de 2016

Las amigas de Pablito.

Te veo correr con tus dos amigas y una débil sonrisa lucha por asomar entre mis labios. No me entiendas mal, Pablito, me encanta veros así felices y sin ninguna preocupación, lo que pasa es que yo también tuve dos amigas, una después de otra, que yo estas cosas prefiero que sean en serie y no en paralelo por aquello de ser honesto con uno mismo y esas cosas que llevamos dentro, que nos acaban haciendo mas mal que bien. Como te decía yo tuve, al igual que tú, dos amigas. La primera de ellas tal vez ni siquiera lo fue, aunque te juro, Pablito, que hice todo lo que pude y lo que no pude por que lo fuera. Ella se llevó todo lo que tenía, creo que más por el despecho de ver como yo consideraba barato cualquier precio que hubiera que pagar por alejarla de mi vida que por un "reparto" justo de lo que teníamos. Era mala, Pablito, era mala y yo, que siempre fui partidario de asumir las consecuencias de las malas elecciones pagué y pago mi error cada día y sigo pensando que barato ha salido, si con dinero lo pago. Hay amistades que no convienen Pablito, cuídate de ellas, hazme caso que en tus ojos veo la inocencia que habitaba mi mirada en otros tiempos y te puede pasar lo que a mí me pasó, así que anda siempre vigilante.
Como a uno le gusta ser ponderado y poco visceral decidí darle una oportunidad a la estadística para que la media saliera, cuanto menos al cincuenta por ciento y así llegó, en un fantástico dia veintitrés de principios de verano mi segunda amiga. Volví a caer Pablito, volví a caer... a fin de cuentas ¿Que podía perder? Ya no tenía nada que pudieran llevarse más allá de mis deudas y algunas heridas en el alma de esas que te vuelven el corazón de hielo en pleno verano, tan frío que te quema en el pecho sin hacerte sentir ni un momento de calidez, aunque sea por piedad. Así que esta segunda amiga, Pablito, empezó a darme pequeños abrazos con los ojos, a mirarme con sus lábios, a besarme con sus manos... hasta restaurarme por dentro como si fuera un coche clásico donde cada pieza suena exactamente como debe sonar y no se le notan los años ni los kilómetros sufridos en el pasado. A falta de ordenar mi vida "material" todo iba bien, fuerza, optimismo, risas... en definitiva, Pablito, amor. Fue entonces cuando mi segunda amiga decidió emigrar como las golondrinas en invierno, que nos dejan sin más razón que la intuición de un frió que aun no se percibe, sin pensar en los que nos quedamos a pasar la gélida estación y plantarle cara sin huír, porque al final eso es lo que sucede, Pablito, que venga lo que venga no sabemos como se hace eso de salir corriendo y nos quedamos solos cuando alrededor todo el mundo huye. Así, mi segunda amiga se llevó mi esencia, mi espíritu, mi fuerza vital... mi yo.
Ya ves Pablito las aventuras con mis dos amigas. Una se llevó todo lo que tenía y otra se llevó todo lo que era. Desde entonces cada mañana me pongo la máscara que más me recuerda a lo que fuí y voy provocando risas y acercándome, sin llegar a tocar, a la gente que la vida pone ante mí, hasta que llega la noche y la máscara cae dejándome desnudo conmigo de nuevo, con lo que no tengo porque me lo quitaron y con lo que no soy porque me lo negaron. Hoy ya las amigas se limitan a asegurarse de que cumplo mi cadena perpetua, haciéndome saber lo mucho que valgo pero apartándose de mi porque ahora lo que se estila, Pablito, es la búsqueda de una vida fácil y emocionalmente pobre y no el luchar mano a mano con quien te importa para vencer lo que venga, como venga y cuando venga. Así es hoy la vida Pablito, disculpa la historia de este pobre viejo retirado del mundo, es que vi como mirabas a tus amigas y no pude evitar advertirte. Tú aún eres joven y en tu blog todo está por escribir. Suerte, amigo.


Pablito y sus amigas
La mirada de Pablito


No hay comentarios:

Publicar un comentario