En esa hora maldita

En esa hora maldita

martes, 28 de agosto de 2018

Manchas

Llueve al fin, agridulce tormenta de verano, traicioneramente amable en sus formas mientras cada gota quema al contacto con la piel, como si fuera un cigarrillo que se apaga contra ella. Llueve al fin y el agua resbala sin lavarme de ti pues bien sabido es que hay manchas que con el tiempo se hacen parte de uno, que para quitarlas habría que frotar hasta arrancar la piel y aún así no se irían del todo: Manchas del sol, rey del día, fuente de vitaminas y tumores, que todas las monedas tienen cara y cruz. Manchas de la luna, preciosa dama de noche,  que el corazón bombea a cada latido y se fijan a la piel al regarla de sangre, desde dentro, desde el corazón y se van acomodando ahí, entre sístole y diástole como observadoras neutrales de las horas de desvelo en las que es lícito darle la culpa a cualquier cosa de cualquier cosa. Manchas que asoman en forma de suspiro modelado a caricias, al igual que el alfarero que conjura el milagro de las formas desde el tosco ladrillo de arcilla, a base del mimo de sus delicados dedos.  Manchas mimetizadas con cicatrices intrascendentes, que persiguen, sin conseguirlo, pasar inadvertidas. Manchas al fin, como eclipses, que secuestran la luz y dejan el alma a oscuras por un tiempo, que parece que vienen para quedarse, pero no, que se alzan el vuelo caprichosas con la mas suave de las brisas si quieren pero que se resisten al más corrosivo de los disolventes, si tal es su deseo. Manchas todas que se dejan sentir ahora y que el agua indomable y furibunda de mil tormentas no sabe como quitar esta noche, aunque lo intenta y se le agradece.
Hoy bajo la lluvia siento que tu mancha,, sigue ahí, en mi piel de gallina, en mi sueño escaso, en corazón aletargado... Sigue ahí.

miércoles, 9 de mayo de 2018

Piratas errantes

Me senté en la cubierta de mi pequeño velero y observé que el mar no se llena del agua de los ríos, sino de las saladas lágrimas sin dueño que escapan de cada una de de las tristezas que habitan los cuerpos, de los sudores fríos de las almas sin amor que surcan los mares infinitos de las oscuras y solitarias madrugadas. Observé mil barcos relucientes que avanzaban a favor del viento con las velas henchidas de conformidad, todos en grupo, reafirmando su rumbo, quien sabe si errado o certero, los unos con los otros con la seguridad que da el cobijo y la aprobación de sus iguales. Tentado estuve a veces de seguir el fácil camino de su estela pero cada vez que pude  alcanzarlos sentí la necesidad irrefrenable de dar un golpe de timón y dejarme guiar por vientos mas sutiles que iban en otra dirección. Costó asumir el desgaste de navegar en solitario, mas subiendo a la cofa descubrí que toda una flota poniéndose al pairo de una ola embravecida podía, con pasmosa facilidad, acabar hundiéndose en ella. Aunque vaya toda una escuadra en formación, el mar de la vida hunde los barcos uno a uno, precipitándolos hacia el fondo, allá donde la luz no se atreve a llegar. Mi barco siempre fue mas de poner proa desafiante a la ola mas alta que el océano pudiera enviarme y nunca quise guiarme por más norte que el que mi brújula indicara, mi rumbo, para bien o para mal, siempre fue solo mio. Tal vez de ese modo nunca llegaré a puerto, pero aún sigo a flote para desafiar una ola más. Suficiente para quién nunca supo navegar siguiendo cartas trazadas por otras manos. No negaré que a veces echo de menos el amable siseo de las aguas que dulcemente acarician las playas donde los corazones encuentran el merecido descanso tras su larga travesía; es difíciles momentos en los que largo todas la velas y vuelvo mar adentro, allá donde solo los peces voladores sean testigos, que no jueces, de mi extraña manera de buscar el baúl  de un tesoro vacío de oro pero lleno de cosas preciosas que no sean frías piedras. Así somos algunos piratas, empeñados en arañar el casco del barco en el que navegas tú, tesoro, aún con el viento en nuestra contra y sin el ruido que otros vomitan con sus brillantes cañones. Difícil empresa, tal vez imposible... Habrá que largar las velas una vez mas y ver si los vientos son propicios. Larga vida a los piratas errantes.